domingo, 28 de noviembre de 2010

Sobre las subidas del IVA

Escribí el siguiente texto en Junio pasado, pero no terminaba de quedar satisfecho con él. Como gesto de buena voluntad y con el propósito de continuar añadiendo entradas lo publico hoy. En unos días espero escribir una entrada comentando los efectos que la subida del IVA ha tenido en la práctica sobre la recaudación y el consumo y que podemos aprender de ello:


Desde el 1 de Julio, el Impuesto sobre el Valor Añadido ha subido dos puntos para el tipo general (del 16 al 18%) y un punto para el reducido (del 7 al 8%). La subida viene motivada por la necesidad de reducir el déficit público tratando de aumentar la recaudación. En el presente texto veremos algunas conclusiones muy básicas sobre los efectos esperados directos de la subida de dicho impuesto.


  1. Algunas cuestiones sobre los impuestos al consumo.

Los consumidores se enfrentan continuamente a decisiones de consumo y ahorro. Son las dos únicas posibilidades respecto al uso de la renta disponible: o la consumimos o la ahorramos. No hay más alternativas dadas las definiciones de ambos términos. Es bien sabido que la propensión al consumo (el porcentaje de la renta dedicado al consumo) es mayor en consumidores con rentas bajas que con rentas altas. Parece sensato pensar que una persona con una renta de subsistencia apenas pueda ahorrar, mientras que Sergei Brin o Larry Page no tengan suficiente tiempo como para gastarse una mínima parte de lo que ganan. Dado que un impuesto sobre el consumo, como el IVA, grava a todos los consumidores por igual las personas con rentas más bajas pagan un porcentaje mayor de su renta en impuestos por el mero hecho de que consumen porcentualmente más.

Se podría contraargumentar que el IVA no es el mismo para todos los productos y que los productos de primera necesidad tienen un tipo más bajo, y que, presumiblemente el tipo aplicado a los productos que compra una persona de renta baja es menor. Esto es cierto en parte. Los alimentos, por ejemplo tienen un 7% (ahora el 8%) de IVA. Esto incluye el chopped del bocadillo de los niños y el más exquisito de los jamones ibéricos al alcance de pocos bolsillos. Por otro lado, los pañales, por ejemplo, van al tipo general y son realmente caros y bastante ineludibles.

Los impuestos indirectos, como el IVA, no tienen un efecto redistributivo y son de hecho regresivos por naturaleza (paga menos el que más tiene).


  1. ¿Quién paga el IVA?

La obligación formal de recaudar el impuesto y liquidarlo después a Hacienda es de las empresas: pagan IVA a sus proveedores, lo cobran a sus clientes y liquidan la diferencia periódicamente. Es un impuesto al consumo y debe ser transparente a la actividad empresarial. Quien lo paga en último término es el consumidor, que no tiene la posibilidad de “traspasarlo” al siguiente eslabón. Se trata en definitiva de un impuesto sobre el consumo final.

Pero... ¿quién paga realmente el impuesto?. Vamos a utilizar un gráfico explicativo para ver el efecto de la aplicación de un impuesto sobre el consumo.


Sobre la gráfica anterior (cantidad de producto en abscisas y precio en ordenadas) vemos expresada la demanda D (que nos indica la cantidad que el conjunto de consumidores desearía adquirir a cada precio) y la oferta previa al impuesto S1 que refleja la cantidad que las empresas están dispuestas a producir y sacar al mercado dependiendo del precio. La situación inicial tendría un punto de equilibrio produciendo la cantidad Q1 al precio P1. (Que esa sea la situación de equilibrio no quiere decir que en todo momento y en todo lugar eso sea así. Lo que quiere decir es que en la medida en la que eso no ocurra existen incentivos y desincentivos para ir acercándose a ese punto. Podríamos entender el gráfico anterior como un diagrama de fases e incluir complicadas ecuaciones dinámicas para determinar cómo se aproxima la situación de mercado al equilibrio pero eso no aporta nada, excepto complicación a efectos de lo que tratamos de explicar aquí).

Los efectos de la aplicación de un impuesto pueden estudiarse trazando la curva S2, la oferta aparente con los precios con iva incluído. El consumidor se enfrenta a la oferta con "iva incluido" S2 mientras que los oferentes percibirán los precios descritos por la curva S1. La nueva situación de equilibrio la constituyen los puntos Q2 (menor que Q1) y P2 (mayor que P1). En resumen: disminuirá la cantidad comerciada a la par que aumentarán los precios.

Si nos fijamos bien, la subida del precio de P1 a P2 es inferior al impuesto recaudado (distancia P1-P3). Los consumidores pagan una parte (la diferencia entre P2 y P1), mientras que las empresa perciben el precio determinado por la curva S1, P3. La proporción pagada efectivamente por cada uno dependerá de la elasticidad de las curvas de oferta y demanda como veremos más adelante.

Imaginemos el caso de un producto con una demanda muy inelástica, como por ejemplo los tampones de uso higiénico femenino. Aunque el precio de los mismos aumente es previsible una pequeña disminución en la demanda de los mismos: tal vez se cambien menos amenudo o incluso es posible que determinadas mujeres con grandes dificultades económicas los sustituyan por otras alternativas, pero en general, podemos suponer que la demanda es bastante rígida. Podemos tratar de representar esto gráficamente dibujando una curva de demanda (D) muy "empinada" o vertical. Dejo como ejercicio al lector comprobar que en ese caso, el análisis gráfico prevé una mayor proporción de pago del impuesto por parte del consumidor.