lunes, 23 de mayo de 2011

Sobre la obsolescencia programada y otras cuestiones

Hace meses que tengo pendiente escribir una entrada sobre el famoso documental "Comprar, tirar, comprar" que pudo verse en TVE y que está todavía pululando por la red.

Es un documental bien hecho al que le encuentro una serie de fallos que intentaré ir desgranando poco a poco. Da la sensación de que la autora ha descubierto la obsolescencia programada cuando hay ríos de tinta escritos sobre ella. De hecho, no consulta a ningún experto sobre el tema, razón por la que le patinan unos cuantos conceptos. Entiendo que quiera fijar una postura ideológica, pero si eso se hace a costa de ocultar puntos de vista e incluso hacer afirmaciones gratuitas sin ningún soporte argumental el documental empieza a oler a panfleto barato.

Me gustaría tratar algunos de los temas expuestos en el documental a lo largo de varias entradas, tratando de ser todo lo objetivo y aséptico que me sea posible. En concreto me gustaría explicar lo que se conoce (o lo que yo sé que se conoce, que tampoco soy un experto) sobre la obsolescencia programada en teoría económica. Me gustaría que quedara suficientemente claro a cualquier lector que la frase "la obsolescencia programada es el motor del sistema capitalista" es una soberana gilipollez que no tiene ninguna base en el momento que uno se molesta en mirar unas pocas cifras. Me gustaría hablar sobre la famosa bombilla centenaria y el mito detrás de la misma y sobre el famoso cartel de las bombillas Phoebus. Por último, me gustaría también señalar que el problema no es la obsolescencia programada sino lo que está detrás de ella y que puede ser mucho más perjudicial: el poder de mercado.

Para ir abriendo boca me centraré hoy en la importancia de la obsolescencia programada como motor del sistema capitalista. Para empezar, habrá que reconocer que la obsolescencia programada es un problema que en todo caso afecta a los productos industriales duraderos. No tiene sentido hablar de obsolescencia programada del papel higiénico, o del carbón vegetal, de los tomates, de los servicios bancarios. Tampoco creo que la obsolescencia programada (si excluímos de su definición los cambios "estéticos") afecte a los automóviles (¿se imaginan las indemnizaciones a las que tendrían que hacer frente los fabricantes en el caso de que se produjese una sóla muerte por este motivo?), o a la vivienda (¿alguien construye casas para que se desplomen y poder vender más?). Tampoco afecta como tal a los servicios educativos (aunque a veces los conocimientos queden obsoletos), ni a los servicios como el turismo. Tal vez pueda afectar al software, en algún caso, pero en los productos tecnológicos creo que llega mucho antes la obsolescencia tecnológica que la programada... tengo algún ordenador en funcionamiento de más de 10 años y los que he jubilado han sido por viejos, no porque dejasen de funcionar... y es que la tecnología no está inmovil.

Tomemos la composición sectorial aproximada del PIB español y veamos cómo de susceptible es cada sector a la obsolescencia programada:
Agricultura: 3% -> No susceptible
Energía: 3% -> No susceptible
Construcción: 10% -> No susceptible
Industria: 13% -> Susceptible en parte
Servicios: 71% -> Muy poco susceptible (tal vez algo de servicios de software, y poco más).

Esto es, un 13% del PIB sería susceptible de ser "movido" por la obsolescencia programada. Habría que analizar de ese 13% cuántos bienes son duraderos y de ellos, cuántos se producen en régimen de monopolio u oligopolio ya que es en ausencia de competencia donde la obsolescencia programada tiene alguna posibilidad de existir. No me atrevo a dar una cifra, pero me temo que sería ridículamente baja.

Seguiremos otro día.

Fotografía: Gumption (Joe McCarthy) en flickr.com

viernes, 15 de abril de 2011

La importancia de los incentivos

En el fundamento de toda la Teoría Económica está un supuesto fundamental: la gente responde a los incentivos. Toda la teoría no hace sino ampliar y profundizar en esa idea.

La Teoría Económica no pretende ser un sustituto de la psicología (no pretende deducir el comportamiento de un único agente atendiendo a los incentivos que lo rodean), sino que pretende explicar los efectos agregados esperados en distintas situaciones. De la misma manera que la física newtoniana no pretende (ni puede) explicar los movimientos de partículas subatómicas hace un buen trabajo explicando los movimientos de enormes conjuntos de las mismas. Desgraciadamente el mundo económico es bastante más complejo que una masa puntual desplazándose en el vacío y sin rozamiento. Incluso en el caso más sencillo la teoría sólo predice el signo de las relaciones entre las variables, en algunos casos el signo de la primera derivada (tasa de variación) y si tenemos mucha, mucha suerte a veces podemos conocer el signo de la segunda derivada.

Es por esto por lo que es francamente difícil hacer predicciones. Se conocen muy bien alguna relaciones entre variables ceteris paribus, esto es, cómo variará una magnitud al variar exclusivamente otra. Se pueden tratar de medir los impactos de distintas relaciones y comprobar como algunos se potencian y otros se anulan. Sin embargo, no disponemos de un laboratorio donde poder simular los efectos de distintos eventos. Ni siquiera los simuladores pueden funcionar ya que las relaciones funcionales estimadas tienen por qué ser constantes en el tiempo. (Por ejemplo, esta esa tontería que todo el mundo repite, que para generar empleo hay que crecer por encima del 2%... ¡Eso no lo dice la teoría económica!. Sí que hay modelos que al tratar de medir el impacto del crecimiento en el empleo hallan esa relación.... con DATOS HISTÓRICOS, pero el modelo puede cambiar. Será dificil crear empleo sin crecer, eso sí, pero no podemos saber si al 1, al 2 o al 8%... sobre todo ante un cambio ESTRUCTURAL como el que tenemos encima.)

Este hecho fue formulado (tal vez no por primera vez, pero sí de forma clara y con gran difusión) por el economista Robert Lucas. La revolución keynesiana, el nacimiento de la nueva macroeconomía, fue un paso adelante al tratar de estudiar la macroeconomía a partir de sus propiedades emergentes. Sin embargo Lucas nos dice que las propiedades emergentes no son constantes, que tenemos que volver a los fundamentos. Que tenemos que volver a interiorizar los incentivos. No podemos concluir propiedades emergentes válidas que contradigan lo que sabemos que es cierto a nivel micro.

La fundamentación microeconómica de la macroeconomía es una tarea que tenemos por delante. Distintas visiones sobre la política económica pueden construirse sobre esta idea, pero no todas. Jamás ha existido una teoría microeconomica marxista. Tal vez por eso jamás ha funcionado tampoco su visión macroeconómica, porque se olvida de lo más importante: los incentivos.

domingo, 27 de febrero de 2011

Indeterminismo en Economía y nihilismo metodológico

Esta entrada es una respuesta larga en un hilo de comentarios de un post del blog de Joaquín Sevilla.

1) Imposibilidad de la autopredicción y el indeterminismo.

    No soy filósofo pero probablemente si lo fuera estaría dentro de la órbita del pensamiento popperiano. Creo en el indeterminismo del mundo que nos rodea ("no podría ser de otra manera", me contestaría un determinista). Creo que hay poderosas razones filosóficas para creer en ello. Creo que es un error tratar de concluir para la realidad características de los modelos que utilizamos para representarla. Que utilicemos modelos deterministas para representar determinadas facetas de la realidad no quiere decir que éstas lo sean.
   
    Si el indeterminismo es cierto en la ciencia, mucho más lo será en la economía, donde el libre albedrío, los frutos del intelecto y otro tipo de variables ajenas al mundo estrictamente físico afectan al resultado. Existe un indeterminismo fundamental que es insoslayable.
   
2) Ese indeterminismo que es consustancial a toda la realidad y especialmente a la realidad económica no niega la causalidad. Que no conozcamos o controlemos todas las causas capaces de lograr un efecto no significa que no podamos identificar y conocer relaciones de causalidad entre diversos fenómenos. Incluso podemos tratar de medirlas. Por ejemplo, los aranceles a la importación de bienes protegen los empleos nacionales a la vez que suben los precios interiores. En algunos casos también condenan a la miseria a países exportadores monocultivo.

    Las relaciones de causalidad en economía existen y existe una evidencia empírica aplastante a favor de las mismas. Dichas relaciones de causalidad pueden y DEBEN utilizarse por parte de los economistas para ALERTAR de las consecuencias de determinadas políticas así como para CORREGIR los problemas que puedan detectarse.
   
    No podemos evitar la ocurrencia de shocks externos (cisnes negros) pero podemos tratar de crear sistemas más robustos y de corregir las desviaciones no anticipadas. No podemos predecir el momento, el lugar y la violencia de un terremoto, pero podemos hacer edificios resistentes hasta cierto grado y podemos tener previsto un sistema de emergencia. A pesar de todo es posible que llegue "la madre de todos los terremotos". Pero eso no significa que las medidas tomadas no hayan sido válidas absorbiendo los efectos de todos los movimientos sísmicos anteriores.

    El indeterminismo tampoco significa que la predicción no sea posible dentro de unos márgenes de seguridad razonables y para un plazo de tiempo relativamente breve. No veo por qué debe dejar de realizarse este ejercicio que resulta acertado en un elevado porcentaje de los casos. No prever los "cisnes negros" no invalida la necesidad que tenemos en años de normalidad (casi todos) de predecir las principales macromagnitudes a corto plazo.

    Es humano una vez conocido un efecto tratar de localizar las causas como si éstas pudiesen explicar unívocamente el efecto ("explicar lo que ha sucedido"). La dificultad está en realizar el proceso a la inversa. Es completamente imposible predecir cualquier efecto con cualquier grado de precisión que se desee. Pero insisto: la dificultad en la predicción no implica que la causalidad no exista.

3) Existe en física el famoso problema de los tres cuerpos. Según la wikipedia: "El problema de los tres cuerpos consiste en determinar, en cualquier instante, las posiciones y velocidades de tres cuerpos, de cualquier masa, sometidos a su atracción mutua y partiendo de unas posiciones y velocidades dadas". En determinadas situaciones el resultado es caótico, esto es, variaciones infinitesimales en las condiciones iniciales (o por qué no... una pequeñísima perturbación externa...) darían soluciones completamente distintas. Si esto es así de forma rigurosa, con más razón lo será para el sistema solar en su conjunto. Sin embargo esto no impide que los astrónomos puedan predecir con gran exactitud los eclipses. Me gustaría saber si son capaces también de predecir con la misma exactitud los eclipses de dentro de 500 millones de años. O los de pasado mañana si ahora mismo entra un cuerpo celeste del tamaño de Júpiter a la velocidad de la luz y colisiona con nuestro Sol....

    Predecir es siempre un ejercicio arriesgado.

4) Negar las relaciones causales encontradas con el pretexto de la imposibilidad de la predicción es un pobre argumento. Entiendo que determinadas posiciones políticas o religiosas puedan tratar de negar realidad de los datos. Quien posee la verdad revelada no puede dejarse eclipsar por la tozudez de la evidencia empírica. Es más fácil negarla, acudir a las curaciones milagrosas, a la homeopatía o a tratar de ridiculizar los esfuerzos fallidos de los profesionales de una determinada disciplina.

    La linea de pensamiento anterior puede conducir a que las predicciones de Nassim Taleb para 2036 sean ciertas: "Religious practice will experience a revival, seen as a conveyor of robust heuristics, cultural values and rituals." Si abandonamos la racionalidad, la lógica y la contrastación empírica acabaremos ahí. ¿Es eso lo que queremos?

lunes, 21 de febrero de 2011

Hotelling y París

París.... ¡qué ciudad!.

Ayer mismo aterricé después de un par de días en la ciudad de la luz en los que callejeamos como locos. Según Google Earth caminamos algo así como 30 Km en dos días y la verdad es que repetimos pocos trayectos.

Me gusta pasear por las calles de las ciudades a las que llego. Supongo que mi deformación profesional me hace fijarme más en los comercios y en el tráfico rodado que en las variedades de árboles que jalonan las aceras o en la arquitectura.

Me sorprendió en la isla de San Luis y cerca de la zona de La Bastilla (donde estaba nuestro hotel) el gran número de tiendas de "trastos": tiendas que vendían desde teléfonos viejos, un walkman de Sony, maniquíes o una larga lista de objetos vintage. "No puede ser que toda esta gente viva de vender cacharros... " pensé.

El paseo al lado del Sena nos llevó por una calle donde se agrupaban decenas de tiendas de plantas y pequeños animales. Tiendas gemelas unas de otras y todas en la misma calle. Este hecho no es un fenómeno nuevo ni que escape a los ojos de un economista. La localización industrial es uno de las cuestiones a las que los economistas buscamos explicación. Un fenómeno que se da con bastante frecuencia es la agrupación de industrias o comercios del mismo tipo en la misma ubicación y eso es lo que yo había apreciado en las tiendas de "trastos" y las floristerías. Cualquier tienda de "cachivaches" en un rincón perdido de París no hubiese tenido gran futuro, pero situándose en el "barrio de los cachivacheros" era más probable que cualquier persona buscando trastos se dejase caer por allí.

En 1929 Harold Hotelling, estadístico y economista, formuló el que tal vez fue el primer modelo formal de localización industrial. El modelo de Hotelling es muy sencillo y era el primer antecedente bibliográfico sobre el tema de mi investigación hace unos años. No es difícil encontrar el desarrollo formal del modelo por la red pero tal vez sí que lo sea encontrar una explicación meramente verbal. Vamos a ver si soy capaz de darla yo...

Esta es una historia de una playa. Es una playa que mide un kilómetro de larga y en la que las personas extienden sus toallas de forma uniforme en toda su extensión. Hace calor y los bañistas están dispuestos a comprarse un helado. En el pueblo cercano hay dos heladerías y ambas tienen la posibilidad de colocar un puesto de helados en la playa para atender la demanda de los mismos.

El primer día deciden colocarse cada uno en un extremo de la playa. La noticia es bien recibida por parte de los bañistas que se situan en los extremos ya que no tienen que andar mucho para comprar el helado. Sin embargo quienes colocaron sus toallas en medio de la playa tienen que recorrer casi 500 metros de ida y otros tantos de vuelta para comprar su helado. Cada puesto de helados atiende a los bañistas más cercanos y es fácil calcular que la distancia media recorrida por los clientes es de 500 metros (250 de ida y 250 de vuelta). De hecho, los precios de los helados podrían ser distintos y repartirse el mercado de forma asimétrica, pero eso es otra historia...

Uno de los heladeros se da cuenta de que si desplaza su puesto en dirección al centro de la playa podrá vender más helados ya que seguirá vendiendo a los clientes del extremo y "robará" mercado del otro heladero en el sector central de la playa. El problema es que el otro heladero no es tonto y llega a la misma conclusión. Finalmente las dos heladerías acaban en el centro de la playa atendiendo cada una a su "mitad" más cercana. Los consumidores acaban andando la misma distancia media y los heladeros están igual que al principio. La competencia ha llevado a los comercios a "agruparse" en la misma zona.

Es fácil ver que si los heladeros se hubiesen situado a la distancia de un cuarto y tres cuartos respectivamente sobre la longitud de la playa la distancia recorrida por los clientes hubiese sido mínima. Esa solución no es estable (porque ambos tienen incentivos para acercarse al centro) pero tal vez sea la situación socialmente óptima. Un regulador podría fijar las ubicaciones de las dos heladerías. Pero eso también tiene otros problemas como la barrera de entrada a nuevos heladeros y la posible colusión entre ambos si precisamente el regulador es quien impide la competencia... pero ese sí que es otro cantar.

Volvamos a París. Comercios de lujo en la Plaza Vendome. Sexshops en Pigalle. Multitud de tiendas de instrumentos musicales y de telas para confección en la misma calle. Los pintores en Montmartre. Las tiendas de ropa de fiesta barata (tipo Bollywood) en la cabecera de la calle magenta. Restaurantes y bares en la zona de La Bastilla. Los concesionarios de motos del Boulevard Beaumarchais.... El modelo de Hotelling en acción. No sé si llegaré a vivir alguna vez en París, pero si lo hago iré a comprar mi guitarra a alguna de las tiendas cerca de Pigalle...

sábado, 15 de enero de 2011

Algunos apuntes sobre el crecimiento

Por algún motivo, en las últimas semanas me he visto involucrado de una manera u otra en varias discusiones a cuenta del crecimiento, el agotamiento de los recursos y lo ilusos que somos los economistas.

Creo que gran parte del problema radica en la extraña mezcla de sobreabundancia de información económica y un conocimiento nulo o muy bajo de la naturaleza de los conceptos subyacentes.

¿Qué quiero decir?. Hagamos un experimento. Coja Vd. una hoja de papel y trate (sin consultar fuentes externas) de definir la palabra "capital" en el sentido que da nombre al capitalismo. Una vez escrita la definición contrástela con cualquier definición semirrigurosa (me vale la de la Wikipedia...). He hecho esta prueba varias veces en directo y creo que nunca un no-economista me ha dado una definición correcta, si bien se trata de una palabra que se utiliza con frecuencia.

Algo parecido ocurre con el crecimiento. Hay un argumento que circula por ahí que trataré de resumir en el siguiente párrafo:
Los recursos no son ilimitados, por consiguiente el crecimiento económico no puede serlo tampoco. Esto que es tan obvio sólo puede ser negado por los economistas pero es algo de sentido común. Hay que poner freno al crecimiento económico, incluso decrecer si pretendemos salvar el planeta.
El anterior párrafo encierra varias patrañas. Vayamos desgranandolas poco a poco.

Los recursos no son ilimitados
 Efectivamente. No lo son. Y los economistas lo saben muy bien. Una de las definiciones clásicas de economía (la de Robinson) dice que la economía es la ciencia que estudia la asignación de recursos escasos susceptibles de usos alternativos. De modo que sí... lo sabemos muy bien. Pero... ¿qué son los recursos?. Pueden tratarse de recursos naturales agotables, como el petróleo o el wolframio. Pueden tratarse de recursos renovables, como la madera. Pero hay más fuentes de recursos: la tecnología es un recurso y aunque no sea ilimitado puede ser continuamente creciente, por lo menos mientras la civilización actual no se colapse. Recursos ilimitados no quiere decir que no haya recursos permanentemente crecientes. Confundir recursos con recursos naturales es algo bastante común.

Pero podemos suponer que nos referimos siempre a los recursos naturales, al petróleo, al zinc o al suelo agrícola. Efectivamente, existe un límite en cuanto a su disposición. 

por consiguiente el crecimiento económico no puede serlo tampoco
La frase anterior implica un salto intelectual de difícil justificación. Por un lado, un crecimiento cero o incluso un decrecimiento económico no significa que no vayan a agotarse en el futuro determinados recursos naturales. Que consumamos cada año sucesivo el mismo (incluso menos) petróleo no significa que no vaya a agotarse. No tiene nada que ver con el crecimiento.

Por otra parte está la incomprensión del significado del crecimiento económico. Para medir el crecimiento económico se utilizan varias medidas pero la más común y extendida es el crecimiento del PIB, el Producto Interior Bruto. En economía muchas magnitudes no son directamente observables, por lo que tenemos que utilizar proxies para tratar de intuir el comportamiento de las mismas. Por ejemplo, la inflación no es directamente observable, por lo que utilizamos indicadores como el IPC o el deflactor del PIB. (El IPC NO es la inflación de la misma manera que el color rojo del papel tornasol NO es la acidez).

Para entender qué medimos cuando medimos el crecimiento tenemos que entender qué es el PIB. El PIB es el valor monetario de la suma de la producción de bienes y servicios de un país durante un período de tiempo, normalmente un año.  Podemos asumir por el momento que el PIB es un escalar resultante de la multiplicación de dos vectores, un vector fila de precios (P) por un vector columna de cantidades Q:

P.I.B. = P · Q

El vector de precios hace referencia a los precios vigentes para el año en cuestión. De esta manera tenemos el PIB nominal. Supongamos una economía que produce dos años seguidos la misma cantidad de bienes, pero los precios han subido, digamos un 3%. El PIB nominal habrá subido un 3%. Para eliminar el efecto de las variaciones de los precios podríamos sustituir el vector de precios en el momento t, P(t) por los precios del ejercicio anterior P(t-1) y calcular así el PIB real. Obsérvese que el PIB real sigue siendo un VALOR MONETARIO, pero utilizando euros constantes o de un período de referencia.


Pero centrémonos en Q. Q es un vector columna con las cantidades de todos los bienes y servicios producidos durante un año. Están los coches, las sillas, los masajes de relax, las clases universitarias, los programas y series de televisión... está ¿todo?. No. Está todo lo que pasa por el mercado. La bufanda de punto que me tejió mi madre por Navidad el año pasado no figura. Tampoco figuran intercambios de trueque o las actividades llevadas a cabo en bancos de tiempo. Es el sesgo de nuestra medición.


Es cierto que si la cantidad de todos los bienes y servicios crece, tendremos crecimiento real. Pero normalmente nunca ocurre esto: hay determinados bienes y servicios que crecen más que otros, algunos desaparecen (¿se siguen ofreciendo servicios de transporte el diligencia en algún sitio?). De hecho, si sustuimos la producción de algunos bienes por otros más caros estaremos creciendo. Hacer productos tecnológicamente mejores es crecimiento económico. Ofrecer mejores técnicas de diagnóstico en la sanidad es crecimiento económico. Hacer electrodomésticos de bajo consumo es crecimiento económico. El crecimiento económico no tiene porque significar un mayor consumo de recursos naturales. El crecimiento económico no tiene por qué ser a base de cantidad... puede ser a base de calidad.


En el caso de los países emergentes es posible que estemos todavía en una fase de crecimiento de cantidad: cuando todos los chinos alcancen a comer lo que la OMS recomienda, tal vez puedan empezar a preocuparse por el bienestar animal de sus granjas, por ejemplo.


Esto que es tan obvio sólo puede ser negado por los economistas pero es algo de sentido común.

¿Sigue siendo obvio para el lector? ¿No le empieza a parecer que el problema es más complejo? ¿Que no se trata del crecimiento sino de gestionar los recursos naturales de forma razonable?


Hay que poner freno al crecimiento económico, incluso decrecer si pretendemos salvar el planeta.
¿De verdad?

viernes, 31 de diciembre de 2010

Krugman sobre el problema español

El nobel de economía, Paul Krugman, tiene un blog en el New York Times y se prodiga bastante por la red. No es que sea santo de mi devoción, precisamente, pero tal vez por eso es por lo que lo sigo con atención: es importante conocer muy bien los argumentos y las posiciones de los "adversarios". En algunas cuestiones estoy de acuerdo con él y éste es uno de los casos. El pasado 29 de noviembre publicó el siguiente artículo que aquí traduzco.

El prisionero español

Ahora mismo, lo mejor de los irlandeses es que son muy pocos. Por sí misma, Irlanda no puede hacer mucho daño a las perspectivas europeas. Lo mismo puede decirse de Grecia y Portugal, el cuál es ampliamente observado como la siguiente pieza del domino.

Pero a continuación viene España. Los otros son tapas; España es el plato principal.

Lo sorprendente de España desde el punto de vista americano es como su reciente historial económico se parece al nuestro. Como en América, España experimentó una gigantesca burbuja inmobiliaria, acompañada por un inmenso aumento de la deuda del sector privado. Como América,  España entró en recesión cuando la burbuja pinchó y ha experimentado un aumento del desempleo. Y como América, España a visto su déficit inflarse gracias a la caída de los ingresos públicos y los costes relacionados con la recesión.


Pero a diferencia de América, España se encuentra al borde de una crisis de deuda. El gobierno de los U.S.A. no tiene problemas para financiar su déficitcon tipos de interés a largo plazo de la deuda federal por debajo del 3 por ciento. España, por el contrario, ha visto el coste de pedir prestado dispararse en las últimas semanas, reflejando los miedos de un posible impago futuro.


¿Por qué está España en semejante problema? En una palabra, es el euro.


España estuvo entre los más entusiastas adoptantes del euro en 1999 cuando se creó la nueva divisa. Y durante un tiempo las cosas parecían ir a la perfección: los fondos europeos llegaban a España potenciando el gasto del sector privado y la economía española experimentó un rápido crecimiento.


Durante los buenos años, por cierto, el gobierno español parecía ser un modelo de responsabilidad fiscal y financiera: a diferencia de Grecia, tenía superávit presupuestarios, y a diferencia de Irlanda trató duramente (aunque sólo con éxitos parciales) de regular sus bancos. Al final 2007 la deuda pública española, como porcentaje de la economía, era sólo la mitad de la alemana, e incluso ahora sus bancos no están ni de lejos en tan mala forma como los irlandeses.


Pero los problemas se gestaban bajo la superficie. Durante el boom los precios y los salarios crecían más rápidamente es España que en el resto de Europa, ayudando a alimentar un déficit comercial enorme. Y cuando la burbuja estalló, la industria española se quedó con unos costes que la hacía no competitiva con otras naciones.

¿Y ahora qué?. Si España aún tuviese su propia moneda, como los Estados Unidos - o cómo Gran Bretaña, que comparte algunas de las características - podía haber dejado caer su divisa haciendo a su industria competitiva de nuevo. Pero con España en el euro esa opción no está disponible. A cambio, España debe realizar una "devaluación interna": debe cortar salarios y precios hasta que sus costes vuelvan a estar en linea con los de sus vecinos.

Una devaluación interna es un asunto feo. Por una parte, es lento: normalmente lleva años de alto desempleo empujar los salarios hacia abajo. Por otro lado, salarios a la baja significan ingresos a la baja mientras la deuda se mantiene. De manera que la devaluación interna empeora los problemas de deuda del sector privado.

Lo que todo esto significa es que las perspectivas económicas para España para los próximos años son muy malas. La recuperación americana ha sido bastante decepcionante, especialmente en el empleo -pero por lo menos hemos visto algo de crecimiento, con el P.I.B. real más o menos en los niveles anteriores a la crisis, y podemos esperar de forma razonable un crecimiento que nos ayude a controlar nuestro déficit. España, sin embargo, no se ha recuperado en absoluto. Y la falta de atisbos de recuperación se traduce en miedos sobre su futuro fiscal.

¿Debería España tratar de salir de la trampa dejando el euro y volviendo a tener su propia moneda?. ¿Lo hará?. La respuesta a ambas preguntas es probablemente no. España estaría mejor si jamás hubiese adoptado el euro - pero tratar de dejarlo crearía una enorme crisis bancaria mientras los depositantes se apresurarían a llevar su dinero a otra parte. A menos que haya una crisis bancaria catastrófica - lo cual parece posible en Grecia, cada vez más posible en Irlanda, pero improbable aunque no imposible para España - es difícil imaginar a ningún gobierno español arriesgándose a "deseurizarse".

España es pues un prisionero del euro, quedando sin buenas opciones. 

Para América las buenas noticias son que no estamos en este tipo de trampa: tenemos nuestra propia divisa con toda la flexibilidad que eso significa. Por cierto, Gran Bretaña también la tiene, cuyo déficits y deuda son comparables a los españoles, pero a la que los inversores no ven con riesgo de impago.

Las malas noticias para los americanos son que una facción política importante está tratando de constreñir a la Reserva Federal, eliminando de facto la ventaja que tenemos sobre los sufrientes españoles. Los ataques republicanos a la Res.Federal - piden que deje de promover la recuperación económica y que se centren en mantener un dólar duro y que luchen contra los riesgos imaginarios de inflación - suponen la petición de que voluntariamente nos situemos en la prisión española.

Esperemos que la Reserva Federal no escuche. Las cosas en América están mal, pero podían estar mucho peor. Y si la facción del dinero duro se sale con la suya, lo estarán.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Sobre las subidas del IVA

Escribí el siguiente texto en Junio pasado, pero no terminaba de quedar satisfecho con él. Como gesto de buena voluntad y con el propósito de continuar añadiendo entradas lo publico hoy. En unos días espero escribir una entrada comentando los efectos que la subida del IVA ha tenido en la práctica sobre la recaudación y el consumo y que podemos aprender de ello:


Desde el 1 de Julio, el Impuesto sobre el Valor Añadido ha subido dos puntos para el tipo general (del 16 al 18%) y un punto para el reducido (del 7 al 8%). La subida viene motivada por la necesidad de reducir el déficit público tratando de aumentar la recaudación. En el presente texto veremos algunas conclusiones muy básicas sobre los efectos esperados directos de la subida de dicho impuesto.


  1. Algunas cuestiones sobre los impuestos al consumo.

Los consumidores se enfrentan continuamente a decisiones de consumo y ahorro. Son las dos únicas posibilidades respecto al uso de la renta disponible: o la consumimos o la ahorramos. No hay más alternativas dadas las definiciones de ambos términos. Es bien sabido que la propensión al consumo (el porcentaje de la renta dedicado al consumo) es mayor en consumidores con rentas bajas que con rentas altas. Parece sensato pensar que una persona con una renta de subsistencia apenas pueda ahorrar, mientras que Sergei Brin o Larry Page no tengan suficiente tiempo como para gastarse una mínima parte de lo que ganan. Dado que un impuesto sobre el consumo, como el IVA, grava a todos los consumidores por igual las personas con rentas más bajas pagan un porcentaje mayor de su renta en impuestos por el mero hecho de que consumen porcentualmente más.

Se podría contraargumentar que el IVA no es el mismo para todos los productos y que los productos de primera necesidad tienen un tipo más bajo, y que, presumiblemente el tipo aplicado a los productos que compra una persona de renta baja es menor. Esto es cierto en parte. Los alimentos, por ejemplo tienen un 7% (ahora el 8%) de IVA. Esto incluye el chopped del bocadillo de los niños y el más exquisito de los jamones ibéricos al alcance de pocos bolsillos. Por otro lado, los pañales, por ejemplo, van al tipo general y son realmente caros y bastante ineludibles.

Los impuestos indirectos, como el IVA, no tienen un efecto redistributivo y son de hecho regresivos por naturaleza (paga menos el que más tiene).


  1. ¿Quién paga el IVA?

La obligación formal de recaudar el impuesto y liquidarlo después a Hacienda es de las empresas: pagan IVA a sus proveedores, lo cobran a sus clientes y liquidan la diferencia periódicamente. Es un impuesto al consumo y debe ser transparente a la actividad empresarial. Quien lo paga en último término es el consumidor, que no tiene la posibilidad de “traspasarlo” al siguiente eslabón. Se trata en definitiva de un impuesto sobre el consumo final.

Pero... ¿quién paga realmente el impuesto?. Vamos a utilizar un gráfico explicativo para ver el efecto de la aplicación de un impuesto sobre el consumo.


Sobre la gráfica anterior (cantidad de producto en abscisas y precio en ordenadas) vemos expresada la demanda D (que nos indica la cantidad que el conjunto de consumidores desearía adquirir a cada precio) y la oferta previa al impuesto S1 que refleja la cantidad que las empresas están dispuestas a producir y sacar al mercado dependiendo del precio. La situación inicial tendría un punto de equilibrio produciendo la cantidad Q1 al precio P1. (Que esa sea la situación de equilibrio no quiere decir que en todo momento y en todo lugar eso sea así. Lo que quiere decir es que en la medida en la que eso no ocurra existen incentivos y desincentivos para ir acercándose a ese punto. Podríamos entender el gráfico anterior como un diagrama de fases e incluir complicadas ecuaciones dinámicas para determinar cómo se aproxima la situación de mercado al equilibrio pero eso no aporta nada, excepto complicación a efectos de lo que tratamos de explicar aquí).

Los efectos de la aplicación de un impuesto pueden estudiarse trazando la curva S2, la oferta aparente con los precios con iva incluído. El consumidor se enfrenta a la oferta con "iva incluido" S2 mientras que los oferentes percibirán los precios descritos por la curva S1. La nueva situación de equilibrio la constituyen los puntos Q2 (menor que Q1) y P2 (mayor que P1). En resumen: disminuirá la cantidad comerciada a la par que aumentarán los precios.

Si nos fijamos bien, la subida del precio de P1 a P2 es inferior al impuesto recaudado (distancia P1-P3). Los consumidores pagan una parte (la diferencia entre P2 y P1), mientras que las empresa perciben el precio determinado por la curva S1, P3. La proporción pagada efectivamente por cada uno dependerá de la elasticidad de las curvas de oferta y demanda como veremos más adelante.

Imaginemos el caso de un producto con una demanda muy inelástica, como por ejemplo los tampones de uso higiénico femenino. Aunque el precio de los mismos aumente es previsible una pequeña disminución en la demanda de los mismos: tal vez se cambien menos amenudo o incluso es posible que determinadas mujeres con grandes dificultades económicas los sustituyan por otras alternativas, pero en general, podemos suponer que la demanda es bastante rígida. Podemos tratar de representar esto gráficamente dibujando una curva de demanda (D) muy "empinada" o vertical. Dejo como ejercicio al lector comprobar que en ese caso, el análisis gráfico prevé una mayor proporción de pago del impuesto por parte del consumidor.