viernes, 25 de junio de 2010

Algunas cuestiones sobre la utilidad y las preferencias

En una entrada anterior comenzábamos a esbozar los conceptos más elementales de la teoría del consumidor. Nuestro objetivo era ser capaces de describir las variables más relevantes subyacentes a la demanda. En economía se suele emplear el lenguaje matemático ya que éste tiene algunas ventajas, como ser universal y difícilmente "reinterpretable" o malinterpretado, y nos permite además formular hipótesis susceptibles de ser contrastadas empíricamente. Trataré de mantenerlo en su mínima expresión, pero lo utilizaré cuando sea necesario.

Hasta ahora habíamos tratado de modelizar las "preferencias" de un consumidor partiendo de algunos supuestos muy básicos. Quizás valga la pena reflexionar un poco sobre la función de utilidad que hemos creado y algunas de las implicaciones que dicho enfoque tiene.

1) La utilidad no es aditiva. Hemos definido una función de utilidad con sus curvas de indiferencia (curvas de nivel) para un consumidor concreto. La utilidad no tiene una unidad de medida, no existen los "utiles" que puedan sumarse como quien suma manzanas. El hecho de que la utilidad no sea aditiva impide que sea utilizada directamente para hacer comparaciones de bienestar: si partimos de una situación en la que el señor A tiene un grado de utilidad a, y el señor B un grado de utilidad b, y quitamos algo al señor A, para dárselo a B, de manera que A tenga un grado menor de "satisfacción" y B uno mayor, NO podemos decir si la situación final es igual, mejor o peor desde un punto de vista de la utilidad conjunta. La utilidad que le "quitamos" a A no es comparable con la que le damos a "B". Para hacer ese tipo de afirmaciones es necesario echar mano de valoraciones morales, y por tanto discutibles e imposibles de contrastar empíricamente. Podemos simpatizar con Robin Hood, pero la Teoría Económica no está ni a favor ni en contra. Es por ello por lo que los estudios sobre bienestar se centran en el concepto de óptimo de Pareto. La Teoría Económica huye de las valoraciones morales: sólamente trata de comprender, explicar, medir y predecir.

2) No existen las preferencias de "grupo". Las preferencias son individuales y no es posible resumirlas en una única función que resuma las preferencias de un grupo de personas. Este hecho viene reflejado por el Teorema de Imposibilidad o Paradoja de Arrow.  Dicho de otra manera, cuando tras las elecciones un político dice "el electorado quiere que blah, blah, blah", está diciendo una chorrada. No existe el "electorado" como una masa unánime con preferencias definidas. Ni es posible desarrollar un sistema democrático que lo haga.

No he visto muchas discusiones al respecto pero me gustaría saber cómo afecta esta paradoja a conceptos tan en boca de algunos como la "ciberdemocracia". Parece que quien decida qué, cómo y en qué orden se sometan a votación las distintas propuestas puede manipular el resultado incluso cuando todo el mundo vote de acuerdo a sus propias preferencias...

3) Es posible saturarse de un bien, de tal forma que no sólo una unidad adicional no tenga un efecto positivo sobre la utilidad, sino todo lo contrario. Dicho supuesto no altera sustancialemente el análisis ni las conclusiones aunque dificulta algo el análisis gráfico y matemático y puede distraer la atención sobre algunos conceptos. En general estas cuestiones no suelen ser excesivamente relevantes ya que suele ser difícil que los consumidores puedan adquirir de todos los bienes hasta un nivel de saturación local.

Continuará...

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